LA ESTRUCTURA DE LAS REVOLUCIONES CIENTÍFICAS
(THOMAS KUHN, 1962)
Es un
análisis sobre la historia de la
ciencia. Su publicación marca un hito en la sociología
del conocimiento y epistemología, y significó la popularización
de los términos paradigma y cambio de paradigma.
Se publicó
primero como monografía en
la Enciclopedia internacional de la ciencia unificada (International
Encyclopedia of Unified Science) y luego como libro por la editorial de la Universidad de
Chicago en 1962. En el 1969,
Kuhn agregó un apéndice a modo de réplica a las críticas que había suscitado la
primera edición.
Kuhn
declaraba que la génesis de las ideas del libro ocurrió en 1947,
cuando le fue encomendado dar una clase de ciencia para estudiantes de
Humanidades, enfocándose en casos de estudio históricos. Más tarde declararía
que hasta el momento nunca había leído ningún documento antiguo sobre temas
científicos. La Física de Aristóteles era notablemente diferente
a la obra de Newton en
lo referido a conceptos de materia y movimiento. Llegó a la conclusión de que
los conceptos de Aristóteles no eran “más limitados” o “peores” que los de
Newton, sólo diferentes.
Enfoque
Kuhn adopta
un enfoque de la historia de la
ciencia y de la filosofía de la
ciencia centrado en cuestiones conceptuales como qué tipo de
ideas eran concebibles en un determinado momento, de qué tipo de estrategias y
opciones intelectuales disponían las personas durante cierto período, así como
la importancia de no atribuir modelos de pensamiento modernos a autores
históricos. Desde esta posición, argumenta que la evolución de la teoría
científica no proviene de la mera acumulación de hechos, sino de un grupo de
circunstancias y posibilidades intelectuales sujetas al cambio.
Ejemplos históricos
Kuhn ilustra
sus ideas utilizando ejemplos extraídos de la historia de la
ciencia.
Así, en un
estado particular de la historia de la química, algunos científicos comienzan a
explorar el concepto del atomismo. Muchas
sustancias, al ser calentadas, presentan la tendencia a separarse en los
elementos que la componen. En aquellos tiempos, una mezcla de agua y alcohol
era clasificada como un compuesto químico.
En la actualidad se le considera una mezcla, pero entonces no había razón para
sospechar que no fuera un compuesto. El agua y el alcohol no se separan
espontáneamente, pero pueden ser separados por medio del calentamiento. El agua
y el alcohol se pueden combinar en cualquier proporción.
Un químico
que favoreciera la teoría atomista consideraría
que todos los compuestos cuyos elementos se combinan en proporciones fijas como
presentando una conducta normal, y toda excepción sería considerada una
anomalía que podría ser explicada en el futuro.
Pero, por
otro lado, si el químico creyera que las teorías de la atomicidad de la materia son falsas,
todos los compuestos cuyos elementos se combinaran en proporciones fijas serían
considerados anomalías que podrían ser explicadas en algún momento posterior, y
todos los compuestos cuyos elementos pudieran ser combinados en cualquier
proporción presentarían la conducta habitual de un compuesto.
Hoy en día
el consenso favorece el punto de vista del atomismo. Pero si nos atuviéramos a
pensar el problema utilizando solamente el conocimiento disponible en ese
momento, ambos serían defendibles.
La revolución de Copérnico
Acaso el
ejemplo más famoso de revolución en el pensamiento científico es De
Revolutionibus Orbium Coelestium, de Copérnico. En la escuela tolomeica (de Claudio Ptolomeo) se utilizaban los ciclos
y epiciclos (junto
con algunos conceptos adicionales) para construir un modelo explicativo de los
movimientos de los planetas en un
universo cuyo centro era una Tierra inmóvil. Dado el conocimiento de la época,
era el enfoque más plausible. A medida que las observaciones astronómicas se
hicieron más precisas, la complejidad de los mecanismos cíclicos y epicíclicos
tolomeicos debió incrementarse para hacer coincidir lo más ajustadamente sus
cálculos con las posiciones observadas de cada planeta. Copérnico propuso un sistema que tenía
al Sol como centro, alrededor del cual
orbitaban los planetas, uno de los cuales era la Tierra. Sus contemporáneos rechazaron su cosmología, y lo hicieron con pleno
derecho, según Kuhn, dado que la cosmología de Copérnico carecía de
credibilidad.
Kuhn ilustra
cómo el cambio de paradigma fue
posible sólo cuando Galileo Galilei introdujo
sus nuevas ideas de movimiento. Intuitivamente conocemos que cuando un objeto
es puesto en movimiento, finalmente se detiene. Aristóteles sostenía que esto
era una propiedad de la Naturaleza: para que el movimiento se mantenga, algo
debe continuar poniéndolo en movimiento. Para el conocimiento disponible en la
época, era la hipótesis más sensata y razonable.
Galileo
propuso una alternativa radical para explicar el hecho de que el movimiento se
detenga: supongamos, decía, que los objetos finalmente se detienen porque están
siempre sujetos a determinada fricción. Carecía de equipamiento para
confirmar objetivamente su conjetura, pero sugirió que sin fricción que frenara
al móvil, su tendencia inherente es mantener una misma velocidad sin necesidad de aplicarle
ninguna fuerza adicional.
El enfoque
tolomeico, que utilizaba los ciclos y epiciclos, comenzó a presentar problemas:
el constante crecimiento en complejidad que se requería para dar cuenta de los
fenómenos observables parecía no tener fin.
Johannes Kepler fue el primero en
abandonar el paradigma tolomeico y sus herramientas conceptuales. Comenzó a
explorar la posibilidad de que Marte tuviera una órbita elíptica en
lugar de una circular. La velocidad angular no podía ser constante, pero
resultó ser muy difícil encontrar una fórmula que describiese la forma en que
se modificaba la velocidad angular. Luego de años de incesantes e infructuosos
cálculos, Kepler dio con lo que hoy conocemos como la segunda de las leyes de Kepler.
La conjetura
de Galilei era simplemente eso: una conjetura. También lo fue la cosmología de
Kepler. Sin embargo, cada una de ellas aumentó la credibilidad de la otra, y
juntas cambiaron la percepción de la comunidad científica. Más adelante, Isaac Newton demostró que las tres
leyes de Kepler podían derivarse de una única teoría del movimiento y del
movimiento planetario. Newton unificó y solidificó el cambio de paradigma
iniciado por Kepler y Galilei.
Coherencia
Uno de los
objetivos de la ciencia es encontrar modelos que den cuenta de la mayor
cantidad de observaciones dentro de un marco coherente. La reformulación de la
naturaleza del movimiento llevada a cabo por Galilei, junto a la cosmología de
Kepler, representaban un marco coherente capaz de rivalizar con el
Aristotélico/Ptolomeico.
Una vez que
se ha dado el cambio de paradigma,
es necesario reescribir los libros de texto. La historia de la ciencia suele
ser asimismo habitualmente reescrita y presentada como una suerte de proceso
inevitable que conduce al marco conceptual establecido en el momento. Existe la
creencia implícita de que todo fenómeno de momento carente de una explicación,
podrá ser explicado en un futuro dentro del marco conceptual establecido. Kuhn
dice que los científicos pasan la mayor parte de su carrera (si no toda ella)
resolviendo acertijos. Y lo hacen con gran tenacidad, dado que lo éxitos del
marco conceptual establecido tienden a generar una gran confianza en que el
enfoque adoptado garantiza que existe una solución al acertijo, por difícil que
sea. Este proceso es llamado ciencia normal .
Cuando un
paradigma es exigido hasta su límite, las anomalías — es decir
la incapacidad de dar cuenta de fenómenos observados — comienzan a acumularse.
La gravedad de éstas se juzga por aquellos que practican la disciplina en
cuestión. Algunas pueden ser despreciadas como errores en la observación,
mientras que otras pueden requerir algunos pequeños ajustes del paradigma
actual que las explicaría en su momento. Pero a pesar del número o gravedad de
anomalías que persistan o se acumulen, los científicos no pierden su fe en el
paradigma mientras no exista una alternativa convincente; perder la fe en que
todo problema tiene una solución equivaldría a dejar de ser un científico.
En cualquier
comunidad científica hay individuos que se arriesgan más que la mayoría. Son
los que, considerando que existe de hecho una crisis, adoptan lo
que Kuhn denomina ciencia revolucionaria, intentando dar con
alternativas a las presuposiciones aparentemente obvias e incuestionables en
las que se basa el paradigma establecido. Lo que suele dar lugar a un marco
conceptual que rivaliza con éste. El nuevo paradigma propuesto parecería poseer
numerosas anomalías, en parte debido a estar aún incompleto. La mayoría de la
comunidad científica se opondrá a cualquier cambio conceptual, y de acuerdo con
Kuhn, obrará bien haciéndolo.
Para que una
comunidad científica alcance su potencial necesita tanto de individuos
arriesgados como de individuos conservadores. Existen numerosos ejemplos en la
historia de la ciencia en los que la confianza en el marco conceptual
establecido fue posteriormente corroborada. Es casi imposible predecir si las
anomalías del nuevo paradigma propuesto podrán ser resueltas. Aquellos
científicos que sean excepcionalmente hábiles para reconocer el potencial de
una teoría, serán los primeros en preferir el nuevo paradigma. Esta etapa es
seguida generalmente por un período en el cual hay quienes adhieren o uno o a
otro de los paradigmas. Más adelante, si el paradigma propuesto logra
unificarse y solidificarse, acaba por reemplazar al anterior, y se dice que
tiene lugar un cambio de paradigma.
Las tres etapas
Esquema de las fases de la ciencia según Thomas Kuhn.
El autor
distingue cronológicamente tres etapas. En la primera, que es la fase precientífica,
y que se da una sola vez, no existe consenso sobre ninguna teoría en
particular. Se caracteriza por presentar numerosas teorías incompatibles e
incompletas. Si los individuos de una comunidad precientífica logran un amplio
consenso sobre métodos, terminología, y la clase de experimentos que pueden
contribuir a mayores descubrimientos, da comienzo la segunda fase, o ciencia
normal. Toda ciencia puede atravesar luego, varias fases de ciencia
revolucionaria
Período de transición
El período
de transición entre un paradigma y otro no es sencillo ni rápido. El autor cita
el comentario de Max Planck, según
el cual:
una nueva
verdad científica no triunfa porque haya convencido a sus oponentes y le haya
hecho ver la luz, sino más bien porque sus oponentes mueren finalmente, y una
nueva generación crece más familiarizada con ella.
Según Kuhn,
el paradigma que precede un cambio de paradigma
científico, es tan diferente del que lo sigue, que sus teorías no
son comparables. El cambio de paradigma no es una mera revisión o
transformación de una teoría aislada, sino que cambia la manera en que se
define la terminología, la manera en que los científicos encaran su objeto de
estudio, y acaso más importante aún, el tipo de preguntas consideradas válidas,
así como las reglas utilizadas para determinar la verdad de una teoría particular.
Plantea así la inconmesurabilidad de los paradigmas (imposibilidad de traducir
las ideas de uno en las de otro, y por lo tanto de compararlos entre sí). Las
nuevas teorías no serían, por tanto, meras extensiones de las antiguas, sino
que conformarían visiones del mundo radicalmente diferentes.
Tal
inconmensurabilidad existe no sólo antes y después de un cambio de paradigma,
sino también en los períodos de convivencia y conflicto. Es imposible, según
Kuhn, idear un lenguaje imparcial que pueda usarse para realizar una
comparación neutral entre los paradigmas, pues los términos son parte integral
de los mismos, y por lo tanto poseen diferentes connotaciones dependiendo de en
cuál de ellos se los use. Según el autor, los defensores de cada paradigma se
encuentran separados por un abismo insalvable :"Aunque cada uno de
ellos puede albergar la esperanza de convertir al otro a su propia manera de
ver la ciencia y sus problemas, ninguno puede esperar demostrar que está en lo
cierto. La competencia entre paradigmas no es el tipo de batalla que puede ser
resuelta en base a pruebas. "
Según Kuhn,
las herramientas probabilísticas utilizadas por los verificacionistas son
inherentemente inadecuadas para la tarea de decidir entre teorías en conflicto,
dado que ellas mismas pertenecen a los mismos paradigmas que buscan comparar.
De manera similar, las observaciones tendientes a "falsar" una teoría
caen dentro de uno de los paradigmas que pretenden ayudar a comparar, serían
asimismo inadecuadas para el caso. Kuhn insiste en que el concepto de
falsabilidad no es útil para entender por qué la ciencia se ha desarrollado de
la manera en que lo ha hecho. En la práctica científica, los científicos
consideran la posibilidad de que una teoría ha sido “falsada” (refutada) si
cuentan con una teoría alternativa creíble. En ausencia de tal alternativa, los
científicos continuarán dentro del marco del paradigma establecido. Si ocurre
un cambio de paradigma, los libros de texto se reescriben declarando que las
teorías previas han sido refutadas (“falsadas”).
Bibliografía
· Kuhn, Thomas
S. (2005). La estructura de las revoluciones científicas. Fondo de
Cultura Económica de España.
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